Publica Heraldo de Aragón un artículo de opinión de nuestro presidente, José Luis Soro, que reproducimos a continuación:

Llevo media vida militando en Chunta Aragonesista, un partido que, desde hace más de tres décadas, defiende el derecho de los pueblos (de todos) a decidir su futuro, a ejercerlo dentro del estado de derecho, única garantía de libertad y convivencia pacífica. Siempre he mantenido que ese derecho de autodeterminación tiene más que ver con la democracia que con la independencia. El caso de Escocia, donde su ciudadanía decidió, en el ejercicio de ese derecho, seguir formando parte del Reino Unido, corrobora esa afirmación. 

Por eso, como demócrata, siempre he considerado una gravísima irresponsabilidad política la actitud intransigente del PP, que ha instrumentalizado el conflicto en Cataluña, sobre todo a partir de la aprobación del Estatut en 2006, como caladero de votos en el resto del estado, negando el derecho a expresar su voluntad a los catalanes, a todos, tanto a los que quieren seguir formado parte de España como a los que, igual de legítimamente, optan por la independencia.

También como demócrata, en los últimos meses he asistido preocupado a la estrategia de los partidos soberanistas catalanes, a esa huida hacia delante en un callejón sin salida, abocándonos a un choque frontal de consecuencias imprevisibles.

El referéndum del 1 de octubre no es un referéndum. Pase lo que pase ese día. Y no solo porque sea nulo e ilegal, algo que saben de sobras sus promotores. No es un referéndum porque el fin último de la proclamación de la independencia es, siempre, el reconocimiento por parte de la comunidad internacional. Y ningún estado del mundo va a reconocer validez a un referéndum al margen de la ley y sin garantías democráticas.

Pero, que no sea un referéndum y no produzca efectos jurídicos, no significa que lo ocurrido hasta ahora, especialmente en la Diada, y lo que ocurra hasta el 1 de octubre y después, no genere efectos políticos y sociales incontestables. Estamos ante una sonora y contundente movilización de una parte de la ciudadanía catalana, que no puede seguir siendo obviada y despreciada por el gobierno central.

Como ciudadano de un país que se fundó sobre el derecho y el pacto, creo que sigue habiendo solo una vía: un referéndum dentro de la legalidad y con todas las garantías, para que todos los catalanes puedan expresar libremente su voluntad. Un referéndum para todos, no solo para una parte. Estoy convencido de que la solución sigue estando en el diálogo y en los cauces de expresión de la voluntad popular. Se han hecho las cosas mal, pero nunca es tarde para intentarlo.

Como aragonesista, me preocupa el futuro de Cataluña, pero me preocupa infinitamente más el de Aragón. Y es que Cataluña no es la enfermedad, sino el síntoma. No es la causa, sino el efecto. Lo que pasa en Cataluña es reflejo de un problema más grave: la estructura territorial nacida de la Constitución está agotada, ya no nos sirve. Tampoco a los aragoneses.

Es indudable que, con o sin referéndum en Cataluña, se aproximan tiempos de cambios muy profundos en esa estructura territorial. Y los aragoneses no podemos seguir siendo meros espectadores, tenemos que ser protagonistas de nuestro futuro. Y, sobre todo, no podemos tolerar que lo que finalmente ocurra en Cataluña nos perjudique. Sería imperdonable. Y la amenaza es muy real.

Lo importante y urgente es que asumamos la naturaleza plurinacional del estado español, pero sinceramente y no como una pose forzada. Que la encaucemos democráticamente a través de un sistema federal, en el que la solidaridad de los pueblos se vea refrendada mediante un sistema de financiación justo, que priorice los desequilibrios territoriales, poblacionales y sociales, en una escala europea. Y que Aragón, como nación, no se vea relegado, nuevamente, a ninguna vía lenta, ni a infradotaciones financieras derivadas de componendas que nos excluyan. Y esto solo lo conseguiremos entre todos. No contra todos.