Os dejamos una interesante entrevista que ha publicado Heraldo de Aragón con Armando Soria, acalde de Urriés, en la que nuestro compañero relata su trabajo en el municipio, ubicado en la comarca de Cinco Villas, y la atracción que le provocó la localidad al conocerla, lo que hizo que trasladara su vida hasta ese rincón de Aragón.

¿Qué le movió a presentarse como alcalde en 2015? Compramos una casa porque íbamos buscando el ambiente de pueblo y nos enamoramos de Urriés. La gente nos recibió con los brazos abiertos pero era un municipio que estaba abocado a desaparecer. Vi que había que cambiar esa tendencia, porque merece la pena.

A principios del siglo XX Urriés llegó a superar los 500 habitantes. Hoy son 40. En tiempos se le llamaba ‘Zaragoza la Chica’, porque era un municipio muy importante en la zona. Había médico, boticario, tres carnicerías, panaderías…

Pero sufrió también el drama de la despoblación. Entre los años 20 y 40 mucha gente emigró a América. Fundamentalmente a Argentina. En 1974 se cerró la escuela y ese fue el principio del fin. Los padres les decían a sus hijos que estudiaran porque en el pueblo no había futuro. Esa situación se intenta revertir ahora. Han llegado familias jóvenes con niños y se está consiguiendo frenar un poco la sangría.

¿Cómo es ser alcalde de un pueblo tan pequeño? Una maravilla, aunque también es agotador. Pero es verdad que Urriés es un caso especial: con 40 vecinos organizamos jornadas culturales para potenciar y dinamizar el municipio. Y cuento también con el apoyo de 250 descendientes del municipio para que esto salga adelante. El otro día promovimos unas jornadas para el emprendimiento rural y la sala estaba llena, igual que cuando presentamos un libro.

Funcionan como concejo abierto. Sí. En las elecciones solo se elige al alcalde. Los concejales son los vecinos. Los plenos se hacen en fin de semana para que todos puedan estar, y todos tienen voto, salvo yo. Tengo la suerte de que todo se aprueba por unanimidad.

Vive a caballo entre Zaragoza y Urriés.Así es. Hoy por hoy es una ventaja, porque todas las gestiones están en Zaragoza. Son pocas las semanas en las que no tengo que acudir a la DPZ o a la DGA. Es más un beneficio.

El municipio está a 130 kilómetros de la capital aragonesa y solo a 15 de Navarra. Compartimos muchos vínculos históricos con esta provincia. Es tierra de frontera. Sin embargo, al ser provincias diferentes provoca un problema burocrático y administrativo.

¿Su preocupación ha sido dinamizar la vida cultural? Sí. Es mi apuesta personal, porque tenemos un patrimonio cultural en la zona inmenso y es una herramienta importante para potenciar la vida en el municipio, darnos a conocer y que posibles nuevos habitantes se fijen en nosotros y vean posibilidades de emprender. La mejor inversión es naturaleza y cultura.

El año pasado recrearon una fotografía de 1923. Mi primer año como alcalde organizamos unas jornadas medievales, porque era muy fácil mostrar nuestro origen. Luego buscamos un elemento diferenciador con una temática concreta. De esta manera, recreamos un día de fiesta de 1923 y recordamos el terremoto que se registró en la población de Martes (Huesca) el día 10 de julio de aquel año.

¿Ya están pensando en la programación para este verano? Este año nos centraremos en lo que ocurrió en las décadas de los 60 y 70, con el cierre de las escuelas, cuando se marcharon los médicos, el inicio de la despoblación o el abandono de Ruesta en 1962. Son temas relacionados con los problemas que vivimos hoy en día en el municipio y en el entorno.

¿Cómo son las comunicaciones? Terribles. Somos ciudadanos de tercera. No tenemos conexión a internet o a móvil y necesitamos carreteras dignas, porque pagamos lo mismo que los demás.

Llevan años pidiendo que se arregle la carretera. Hasta Sos no hay problema, pero hay un tramo de 11 kilómetros que cuesta media hora, lleno de baches y con parches de gravilla. Es verdad que hay un cambio de sensibilidad: ahora se nos recibe, se nos escucha y se nos entiende, pero no hay presupuesto.

Cuentan con biblioteca, museo, consultorio, hostal, bar, piscina. Muchos de estos servicios se han conseguido gracias al esfuerzo vecinal. Ahora, con ayuda del Museo Diocesano de Jaca, vamos a abrir un centro de interpretación del Románico, que inauguraremos durante las jornadas.

¿Es verdad que tienen una de las calles más estrechas del mundo?Nuestro argumento es que es una calle de paso. Mide 42 centímetros. Aunque Artieda o Lobera también tienen calles muy estrechas. Hemos pedido una certificación al récord Guiness.

¿El pueblo tiene futuro? Estoy convencido. Lo más importante de Urriés, además de que tenemos patrimonio, naturaleza y cultura, es la gente. El 80% de que Urriés pueda salir adelante es contar con la implicación de los vecinos. Todos en el pueblo estamos esperanzados y convencidos de que lo vamos a conseguir.

¿Y Ruesta? Espero que sí. Estaba abandonado y nadie se preocupaba. Es propiedad de la CHE. Nos recibió Patrimonio y Urbanismo de la DGA. Hay que recordar que por allí pasa el Camino de Santiago, y el acceso al pueblo está cerrado con una valla y la iglesia cerrada ante el riesgo de desprendimiento. No me entraba en la cabeza que en Aragón se permitiera que el patrimonio se hundiera así. Y más habiendo compromisos firmados por el propietario y garantías del Ministerio de poder ejecutarlo.

¿Repetirán la reunión de antiguos vecinos de Ruesta? Sí, el año pasado vinieron 160 personas, y fue un día muy triste, porque algunos llevaban 60 años sin verse. Esperamos que el próximo encuentro haya noticias positivas para este conjunto.

Heraldo de Aragón 19 de febrero de 2018