No hay ninguna duda de que Europa se está transformando y de que España a su vera también está cambiando notablemente en sus aspectos sociales, hasta el punto de tener que reconocer que los últimos grandes cambios, casi silenciosos para engañar mejor y añadidos con suavidad junto a la crisis, nos han producido una enorme pérdida de valores democráticos y de dignidad social, incluso logrando que un gran número de ciudadanos de nuestro Estado asuman que esto es lo que hay…, y que peor están en otros lugares.

En el camino se nos han quedado valores consolidados, dignidad laboral, economías escasas pero casi aceptables, seguridad personal donde lo normal era crecer y asegurar las situaciones. Ahora todo es etéreo, se puede perder casi todo sin darnos cuenta, y el endeudamiento es sobre todo mental y lleno de miedos, para podernos manipular con mucha más facilidad.

Todo lo envuelven con teatro de escenario bien estudiado, de libertad aparente para poder seguir engañando, aderezado de un convencimiento de que son ellos los salvadores y de que no existe otra posibilidad de gestión mejor y posible.

No voy a aplaudir a ninguno. Tampoco a los que como yo, acompañando al silencio o con el grito desaforado pero mal planificado, no hemos sabido revertir estos abusos. En Aragón, en España o en Europa.

La izquierda está sufriendo una desafección brutal de SU sociedad. Yo os propongo un ejercicio muy sencillo. Reuniros con los vecinos, familiares o amigos que sabéis que son votantes de la izquierda variada. Hablar de vuestros problemas cercanos y de sociedad. Y cuando haya silencio, preguntar como quien no quiere la cosa: —¿Y quién creéis que puede resolver todo esto?

Ya, ya. Lo sé. La respuesta siempre es la misma. NINGUNO. Y en ese “ninguno” también estamos nosotros. Y en eso estaba, cuando me entró un mal de idiota. ¿Y entonces…, para que estoy yo, me pregunté? ¿por qué si sé que lo estoy haciendo mal…, insisto o guardo silencio? ¿quien me da miedo? Efectivamente, estoy idiota y no me quise responder.

Julio Puente