Las claves del actual momento de la izquierda europea hay que buscarlo en los años 80, cuando tras el inmenso trabajo conservador de Reagan y Thatcher, la izquierda adoptó las Terceras Vías, diciéndolo o sin decir, y renunciaron al cambio real y a la transformación de las sociedades, para abrazar las adaptaciones a los mercados, creyendo que estos dejarían posibilidades sociales para ser humanistas y benevolentes si se legislaba de forma social.
Han pasado 35 años y aquellos barros equivocados, productos del miedo hacia unos políticos ultraconservadores que alcanzaron el poder con votaciones de sus sociedades, convirtieron a las izquierdas europeas —incluida la española— en máquinas de pulir y dar brillo, pero no en máquinas de construir alternativas.
Ahora está en voz de muchos que aquello no eran izquierdas, pero la realidad nos muestra que democráticamente no hubo posibilidad de otras, y que en la misma medida en que la socialdemocracia se adaptó voluntariamente a la suavidad, el resto de izquierdas perdieron poder y votos de la sociedad…, y a raudales. Pudo haber otras izquierdas, pero la sociedad no quiso que las hubiera.
Ahora la crisis económica que va a cumplir 10 años en septiembre, nos ha mostrado como incluso en los —teóricamente— mejores momentos para que la izquierda pudiera mostrar sus ideas y batallas, las tesis conservadoras triunfan, dentro de unos marcos mentales perfectamente diseñados desde los laboratorios de ideas de la derecha, para hacernos convencer que incluso siendo esto que tenemos muy malo, no es posible nada mejor.
Y no es cierto que haya una sola teoría económica sobre las soluciones de la crisis. Hay varias y muy diferentes. Pero el “Sistema” ha logrado que impere una sola, la de la devaluación social y laboral, a cambio de la estabilidad. Efectivamente, estabilidad para los que tienen el poder escondido en sus carteras, para los que gozan de los mandos con los que controlarnos a todxs.
Estamos saliendo de la crisis. De esta. Pero unos nunca entraron en ella, otros salen reforzados y otros muchos salimos sin derechos y sin trabajo digno.
También dentro de esos marcos mentales y sociales que ellos diseñan, incluyen uno muy importante: “Hay que estirar la cuerda, justo hasta el momento de tensión donde peligra que se rompa”. Así que no hay posibilidad de que la sociedad reaccione con fuerza e inteligencia social ante los actuales abusos. Ellos controlan que no se rompa la cuerda.
Y para ejemplo el de la ministra Báñez, pidiendo aumento de salarios para los trabajadores más necesitados. Eso en los años 80 era imposible, pues los que reclamaban aumentos salariales siempre eran exclusivamente los sindicatos. Nunca los ministros. Ahora son los “papas” ministros los que cuidan por nuestras propinas, por las migajas que nos merecemos para no romper la baraja. Para que no se rompa la cuerda.
Julio Puente