La situación del Real Monasterio de Nuestra Señora de Rueda es similar a la de otros edificios del rico patrimonio histórico artístico aragonés: monasterios, castillos, palacios, iglesias, etc. Unas veces, se recuperan modificando, o no, su uso; otras, se encuentran en un grado de conservación deficiente o incluso en ruina y, en el peor de los casos, hoy han desaparecido, siendo sus bienes, en no pocas ocasiones, objeto de expolio y destrucción.

En el caso concreto de Rueda, en 1202 se iniciaron las obras del Monasterio siendo consagrada la iglesia en 1238. En ese momento, el  Monasterio cumple una función repobladora y feudal, siendo un centro económico protegido por la Monarquía aragonesa.

La época contemporánea marca un hito fundamental. Cambia el sistema económico y de producción y los monasterios como centro de poder feudal no tienen sentido en la nueva sociedad, con lo que, generalmente, sufren un periodo de decadencia, salvo excepciones.

El siglo XIX se inicia con las guerras napoleónicas. Rueda se abandona de 1809 a 1814. Las situaciones de guerra siempre son propicias para la pérdida del patrimonio por saqueos, bombardeos, expolios, iconoclastia, etcétera. No obstante, José I Bonaparte, rey ilustrado, promulgó un decreto para evitar que las obras expoliadas salieran de España, creando un museo para acoger esas obras.

Las Cortes de Cádiz suprimieron los señoríos jurisdiccionales (1811), en 1820 los bienes de las órdenes religiosas pasaron a formar parte de la Hacienda Pública y en 1834 se inició un proceso de desamortización. La comunidad de Rueda se disolvió, los monjes abandonaron el monasterio y sus bienes fueron vendidos. Comenzó entonces la degradación paulatina del conjunto hasta finales del siglo XX. Durante todo el siglo XIX y buena parte del XX, el arte no es valorado por el conjunto de la sociedad más allá de su valor económico o práctico.

Afortunadamente, en las últimas décadas, asistimos a un proceso de recuperación del patrimonio histórico-artístico, cultural y natural y su reutilización como elemento dinamizador de un territorio, siendo la actividad turística fundamental para difundir este patrimonio y ofrecerlo a quienes nos visitan para complementar la estancia del turista en un determinado territorio, considerándose la conservación patrimonial como una inversión y un elemento de vertebración territorial.

Sin duda, el Real Monasterio de Nuestra Señora de Rueda es una visita ineludible para quienes visiten esa parte de Aragón, en la medida que es un edificio único que permite conocer fielmente la vida monacal y la organización y funcionamiento de un monasterio medieval.

En la línea de unir recuperación patrimonial, disfrute del arte y conocimiento de nuestro pasado, Turismo de Aragón, tras recuperar el edificio, ha organizado una serie de visitas guiadas que permitirán al visitante y al turista la oportunidad de acceder a espacios hasta ahora vetados al público.

Quien disfrute de la visita guiada podrá adentrarse en el claustro con sus deliciosos capiteles, que rodea un patio con un pozo y un aljibe que recogía el agua de la lluvia; a la sala capitular –auténtico corazón del monasterio-; al sobreclaustro desde el que se puede observar el conjunto del edificio desde una posición privilegiada; a la torre mudéjar, que domina un amplio espacio de los meandros del Ebro; a los dormitorios; a los calabozos; al scriptorium, testigo de la labor de los monasterios como lugares de la transmisión cultural medieval; al refectorio; a la cilla, clave para la producción y conservación de los alimentos; a los jardines regados por una red hidraúlica propia y de nuevo en funcionamiento y en las que crecían plantas medicinales fundamentales para la curación de enfermedades en la época y, finalmente, al conjunto norial, que da nombre al conjunto y prodigio de la ingeniería medieval con la mejana y el molino, en el que se molían los diezmos y tributos que llegaban al monasterio como señorío.

En definitiva, visitar Rueda es una oportunidad de sentir el deleite de conocer nuestra historia y disfrutar de la belleza pétrea y austera del císter en un singular entorno natural.