En este último curso político de la legislatura se empiezan a entonar los primeros acordes en torno a temas punteros que serán los que marquen los pilares de los futuros programas electorales en los diferentes grupos políticos. Estos temas de moda son la despoblación (parece que hasta ahora no nos dábamos cuenta de que en Aragón nos estamos quedando sin gente), la desigualdad (social, económica, por razón de sexo) y las personas mayores solas.
Tres conceptos duros por todo lo que conllevan y porque demuestran que, como sociedad, estamos fracasando estrepitosamente. Estrategia contra la despoblación, plan estratégico contra la desigualdad y, ahora, una estrategia de atención y protección social para las personas mayores en Aragón. Parece que unos meses aciagos para todas las personas mayores fallecidas en la soledad de sus casas ha activado a las instituciones y sensibilizado a los colectivos, despertando (qué ironía!) la motivación para trabajar en paliar estas situaciones de soledad no deseada.
Es destacable comparar las personas mayores fallecidas solas en el mundo urbano con las que han fallecido en el mundo rural. ¿Por qué? Sencillamente porque es un porcentaje significativamente mayor en las ciudades que en los pueblos ¿Por qué? Porque algo bueno tiene que tener el ser valiente y permanecer en tu pueblo hasta el final de tus días, ya que si bien cuentas con menos recursos sanitarios, sí cuentas con la red, una red que hace que los vecinos conozcan, casi involuntariamente, los movimientos de unos y otros y, en ausencia de alguno, permite detectar que algo no va bien y localizar situaciones de riesgo. ¿Por qué funciona en el mundo rural y no en el urbano? Porque cuanto más crece la localidad, más se despersonaliza y se individualiza. En las ciudades todo se diluye y no queremos saber nada del vecindario ni que ellos sepan de nosotros. Y esto lo hemos generado como sociedad. Las personas no nos podemos permitir vivir sin contacto, necesitamos de las relaciones sociales para tener una vida sana. Porque la socialización también forma parte de los hábitos de vida saludable. Y ahora nos hemos dado cuenta de esto. Y ahora tenemos a los mayores de moda, igual que las cinco raciones de fruta y verdura saludable de aquella famosa campaña.
Pero esto no solo depende de las instituciones ni de los programas novedosos que se puedan implementar (y que bienvenidos sean) desde estas. Mucho más importante es fomentar unos valores olvidados que pongan en primera línea las relaciones familiares con nuestros mayores, desde casa, algo que se aprende desde la infancia. Contar con las personas mayores no se limita a que se dediquen a llevar a los pequeños al cole. La intergeneracionalidad no es un concepto propio de las instituciones y hemos de re integrarla en nuestra concepción de familia y de sociedad, rescatar los tiempos convividos con nuestros mayores y transmitirlos en esta realidad dura y maratoniana que nos toca vivir. Junto con la labor realizada de las instituciones, que en nada desmerece, la sociedad debe dar un paso adelante en este caso y empezar a asumir su responsabilidad, teniendo en cuenta que las personas mayores están de moda, empoderarlas y dotarlas del espacio que tienen y que nunca debimos arrebatarles. Las personas mayores son ejemplo de lucha infatigable, de humildad, de trabajo, de supervivencia… y sólo por el hecho de que nos permitan aprender de toda su experiencia se lo debemos. Es más que una cuestión de moda.