En mayo de 2019 nos jugamos la Zaragoza, el Aragón y la España de, como poco, una década, en unas elecciones que, en su conjunto, serán posiblemente las más importantes para todos desde las de 1982. Se pueden juntar con mucha seguridad hasta cinco tipos distintos de elecciones pero, sobre todo, hay que admitir que existe una necesidad de cambio o incluso de derribo. Habría que limpiar el solar para empezar a edificar una nueva casa. Hablo de reformas mucho más profundas que unos simples acuerdos o coaliciones. Pero hablemos de Aragón, que es lo más cercano.

El PSOE aragonés no debe seguir amagando con llegar a acuerdos con la izquierda o con la derecha según el viento que sopla. Ya aprendió tras Andalucía que dejar de ser socialista te convierte en un candidato de derechas, y para eso ya tenemos a otros tres grupos, que en Aragón pueden ser cuatro. No pueden existir varios PSOE aragoneses que no se entiendan y se repartan instituciones para seguir peleados desde los despachos. No sé si a ellos estas tácticas les van bien, pero a Aragón y a Zaragoza les van muy mal. Deberíamos tomar nota los que al final, en mayo, aprobaremos o suspenderemos a los que se presentan al examen.

Ciudadanos sabe que podría pactar con el PP o con el PSOE y no quiere con ninguno. Pero también sabe que en Aragón no tiene cuadros suficientes para gobernar liderando. Saben que sus posibilidades van por territorios y que tener prisa en política es un gran error. Como saben que en estos momentos su mayor fallo sería parecer lo que no es, o elegir amigos que no le convienen.

CHA está en ese punto dulce de volver a ser muy importante o de quedar como los buenos secundarios. Depende de los aragoneses y de los cuadros dirigentes de CHA y sus candidaturas. Debería ser una organización política importante, pues Aragón no debe orillar a CHA, y en Zaragoza se sabe que ha sido el “sentido común” en el desierto durante cuatro años de batallas absurdas. Pero también CHA sabe cuáles son sus debilidades para alcanzar el puesto que se merece y dónde se lo sabe trabajar con fuerza. Las tempestades ajenas a uno mismo pueden hundir barcos necesarios.

Podemos, IU y ZEC saben que no saben nada. Que podrían o deberían haber estado en este final de 2018 liderando la sociedad y se encuentran con una Estación del Norte casi vacía, muy distinta a las de 2014 ó 2015. ¿Qué ha pasado? Se preguntan. Y ése es el gran error, no saberlo de antemano. Es fundamental saber elegir a las personas “que están” pues estar es mucho más que gobernar o no, es sobre todo transmitir a la sociedad. Sus candidaturas para 2019 son el fundamento de asentarse o de hundirse. Y lo saben, aunque sean de momento incapaces de ponerlo en práctica. Gente les sobra, pero capacidad para seguir equivocándose también.

Del PP no hablo mucho, pues ellos en Aragón simplemente ascienden cuando los demás lo hacen muy mal. Podría ser éste el caso actual, pero no depende de ellos. No saben encontrar nuevos activos candidatos, con una mirada distinta a la de colores sepia de fotos viejas. Algún día aprenderán, o en algún momento dejarán el color gris amarronado.

En la zona baja tenemos dos elementos que podrían distorsionar el resultado final. Tanto un PAR que podría ser o no ser, sobre todo en esa Zaragoza ciudad muy importante en las sumas a la DGA y que ya no les mira. Un PAR que tuvo todo el poder institucional y hoy tiene los recuerdos y esas implantaciones que van a menos, pero que les mantiene con vida, aunque sea sin poder.

Y tenemos, como no, a la gran sorpresa tras Andalucía, que ya ha sacado pecho con pelo negro. VOX, de entrada, es un partido sin cuadros, con unas ideas de hace 50 años, que amparado en las consignas que le vienen de los EEUU ha creado unas expectativas que, incluso, hacen daño a los oídos. Pero cuidado, pues eso es la representación más clara de que en política estamos desde la izquierda para detectar, para resolver, nunca para quejarnos de lo que sucede.

VOX es el hijo de la incapacidad para entender la crisis económica, nace y crece desde las ideas peronistas o falangistas, de un silencio de muchos y, sobre todo, de una izquierda que no hemos sabido priorizar los problemas de la sociedad. Cuando no se sabe leer el libreto de una obra, de un proyecto, de una sociedad en crisis muy dura, pueden salirnos torcidas las columnas del futuro.

Y con toda esta sopa, ¿qué? Pues depende de la cantidad de cada ingrediente que le vayamos añadiendo al Aragón del futuro. No será fácil avanzar, precisamente cuando más necesita Aragón levantar un poco esa cabeza que ya le tapan sus vecinos. Mi receta sería mirarnos más a los ojos entre todas las izquierdas, hablar en una mesa o, como hacían nuestros padres, todas y todos junto a unas migas y una buena bota de vino. Nuestras divergencias deberían haber llegado hasta aquí, y a partir de aquí, deberíamos empezar a pensar todos juntos.