Si la “crisis de los cuarenta” se presenta en la experiencia vital como un hito para revisar el pasado y afrontar el futuro propio, podríamos trasladarlo, como ejercicio teórico, al debate político de actualidad con motivo del 40 aniversario de la Constitución y más concretamente hacia la conveniencia y/o posibilidad de un cambio profundo o no en la misma.
Desde la izquierda especialmente ya se reivindicaba la reforma constitucional desde hace tiempo. Vistos estos intentos desde “la atalaya del bipartidismo” se calificaba de innecesaria, cuando no imposible, la misma. El paso del tiempo ha ido “reventando las costuras de las denunciadas carencias constitucionales” y la crisis económica, acompañada de la política, la ha dejado todavía más evidencia.
De hecho ahora ya no es una opción política de “minorías irrelevantes”, como a determinados partidos les gusta descalificar, sino que ya tenemos incluso datos objetivos para afirmar que existe una mayoría social que aboga abiertamente por modificarla. De hecho en septiembre de este mismo año el mismo Centro de Investigaciones Sociológicas (C.I.S.) aportó unos datos clarificadores: Un 69,6 por ciento de la población afirma que considera necesario reformar, «en estos momentos”, la Constitución y de este grupo, más de la mitad aboga por una reforma «importante» o, incluso, por una reforma «casi total».
El estudio científico pregunta además por los temas que se deberían mejorar en la “Carta Magna”. Los resultados indican que se pretende “avanzar en la profundización de la transparencia y el control de la actividad política”, pero también por “la mejora de los derechos sociales, la reforma del sistema territorial o la reforma del sistema electoral como otros de los asuntos citados”.
Ahora que ya existe ese respaldo social resulta que nos encontramos ante el peor escenario político posible para afrontar esta demandada reforma, si queremos que ésta sea de calado rigurosa y coherente.
Y es fundamentalmente la derecha la que vuelve a encerrarse en el “bunker del inmovilismo” con la reciente propuesta de su nuevo máximo responsable, Pablo Casado, de conformar un “frente” contra quienes pretenden, pretendemos, su cambio. El PP demuestra que sólo sabe moverse con soltura en este ámbito de la confrontación política permanente. Su convocatoria nos recuerda más a los tiempos de la C.E.D.A. (intento de unir a todas las derechas) que a un intento de abordar políticas más modernas, dispuestas a afrontar cómo y cuándo solucionar los problemas de una sociedad moderna.
Reformar la Constitución es constitucional, está previsto, así que, al menos desde Chunta Aragonesista, creemos necesario dialogar, debatir y buscar los acuerdos posibles que sirvan para resolver las cuestiones que, a nuestro juicio, están pendientes así como las adaptaciones que necesita un texto que suma ya cuatro décadas de vigencia.
Cuatro aspectos a remarcar, entre los posibles cambios, en el marco de este cuadragésimo aniversario constitucional serían: la imprescindible reforma del sistema territorial, clave en el caso aragonés, para hacer valer nuestra identidad y voluntad de querer ser, el blindaje de los derechos sociales como el de Vivienda, Educación, Sanidad, y Dependencia, sin olvidar una revisión íntegra, desde la perspectiva de género, ojalá hubiera habido “madres de la Constitución”, para adaptar la Constitución a la realidad, y finalmente, la propia Jefatura del Estado… Hagamos lo posible por lograrlo.