La política local es apasionante; participar en la vida pública de tu ayuntamiento te ofrece momentos muy buenos y momentos también amargos, a veces cuando menos te lo esperas. Una vez más (lo he hecho varias veces desde esta tribuna), quiero poner en valor el papel de los cargos públicos de los pequeños municipios, que en su inmensa mayoría no cobran ni un solo euro (la inmensa mayoría ponen de su bolsillo) y desarrollan una tarea indispensable para nuestro medio rural.
Sin ánimo de lucro, dedicando parte de su vida personal y familiar al bien común. Y sin reconocimiento, más bien al contrario… Lo digo como lo pienso; cuando una persona o grupo de personas dedica su tiempo y lo hace desde un sentido de la responsabilidad por su municipio, sin prevaricar, controlando al máximo el gasto de las arcas públicas, evitando las confrontaciones entre vecinos y dejando a un lado las relaciones personales previas, hubiesen sido buenas o malas… Cuando sucede todo esto, la persona o grupo de personas se merecen un poco de confianza por parte de los vecinos y lamentablemente, a veces los ambientes se vician por tonterías.
Se puede ser más o menos afable, más o menos colaborativo, más o menos protocolario, todo ello va con el carácter de la persona y sus relaciones sociales. Pero lo que menos se merecen los cargos públicos locales, desde mi punto de vista, son las críticas a la espalda por parte de los vecinos que comparten el día a día en el pueblo, en la tienda, en el bar, en su misma calle de residencia. Hay mucho “pluscuamperfecto” de barra de bar que calienta al personal con sus teorías conspiratorias y luego no es capaz de hablar “de vecino a vecino” con la persona que ha criticado, como si los cargos públicos no fueran personas de carne y hueso como él. Por una simple razón, porque su intención no es hacer una crítica constructiva, es justo lo contrario. Ojalá pensaran dos veces cómo actuar, porque algún día les puede tocar a ellos estar tomando decisiones y aguantar estas situaciones tan desagradables.