El partido alemán de extrema derecha AfD ha vuelto a emplear las redes sociales como una herramienta electoral básica y muy barata, que le ha ofrecido unos réditos contundentes siendo el partido político que más tráfico genera normalmente en Twitter desde Alemania. Sobre el 30% del tráfico político en Twitter que se genera en Alemania, contiene “hashtags” creados o viralizados por AfD. Y sin que parezca que AfD es quien mueve los hilos de ese tráfico.
Pero a eso hay que añadir que los seguidores de sus propias cuentas son mucho menores que los del resto de partidos políticos importantes, y que incluso según estudios realizados desde Inglaterra, los robot que ellos emplean (como todos) para crear tráfico falso, son similares en número a los de otras formaciones políticas alemanas y que incluso estos robot no son los que generan el tráfico de calidad y que se viraliza con facilidad. Emplean pues otros sistemas. Veamos algo de ellos.
Su forma de actuar raya la alegalidad, creando o amplificando incluso noticias (casi) falsas para mover conciencias sociales, como los ataques sufridos por mujeres en Colonia en Nochevieja sin aclarar por quien son provocados, pero moviéndolas de una forma desorbitada en las redes sociales para crear opinión pública a su favor. Todo sirve para ser manipulado.
La comunicación digital pura, es fácilmente manipulable, y si bien ella misma no es capaz en política de ganar elecciones, si es capaz de mover estrategias electorales para hacer crecer a los partidos de menor incidencia social, haciéndolos creer a una parte de la sociedad alejada de la política convencional, que su capacidad y tamaño es muy superior al real.
Los ejemplos cercanos del Brexit inglés, la campaña de Le Pen en Francia o de la campaña de Trump en EEUU jugaron con estas posibilidades, para apoyar el trabajo de campaña habitual, y logrando incidencias que movilizan mucho en unos momentos de apatía política y social, realmente preocupante.
Por eso mismo, la capacidad de manipulación es reforzada por la propia realidad social apagada y fuera de cobertura, que se aleja de los sistemas de comunicación habituales ya denominados “viejos”, sin darnos cuenta como sociedad que el resto de los hoy llamados nuevos sistemas de comunicación, se pueden manipular de forma rápida, barata y sin control.
Las estrategias de estos sistemas de comunicación hasta ahora emprendidas por partidos de extrema derecha o similares son muy claras y sencillas. Ataques directos. Demagogia manipuladora, populismo empleando frases cortas muy bien elegidas, solicitud de difusión viral, apoyo a presuntas soluciones básicas de los problemas comunes.
Pero en Cataluña ya está pasando algo parecido, en cuanto a emplear a las redes sociales como elementos a controlar e incluso suspender. Mientras se dice que la policía está controlando todo tipo de comunicaciones en redes sociales para incidir sobre ellas, los estudiantes catalanes de la Universidad están dando charlas para evitar esos controles y explicando la forma segura de manejar las redes sociales. ¿Esto es libertad o manipulación que puede ser incluso ilegal? De lo que no hay duda es de que las redes sociales son una herramienta muy respetada por todos, y que produce temor al valorar su importancia.
Los partidos de extrema derecha han trabajado mucho en sus campañas los vídeos cortos y contundentes, vídeos e imágenes con textos entretenidos y de humor ácido, videos muy conocidos de cine pero manipulando el texto de los diálogos, reconocimientos a los lectores que viralizan sus “hastag”, etc. Incluso es muy normal que desde las propias redes sociales se haga pedagogía del uso de las redes, para lograr más seguidores o para que sus cuentas tengan un tráfico de más calidad o de más número de influencias y rebotes, a costa de explicar de qué forma hay que trabajarlas.
La mayoría de las personas que participan en estos trabajos de comunicación en redes sociales no pertenecen a los partidos que realmente salen beneficiados. Más que en crear buenos textos para que se multipliquen, los técnicos en comunicación política planifican alentar buenos perfiles de personas anónimas, que ellas solas multiplican lo que reciben, incluso sin darse cuenta de su propia manipulación. Hacen importante al perfil anónimo, para que sea él quien a través de sus contactos apoye las ideas que se crean en los laboratorios de comunicación política.
El ciudadano no admite con la misma facilidad un mensaje que le llega desde una organización política reconocida, que si le llega de un colega con mucho tráfico, aunque sea falso. Si además es un perfil que toca temas de su gusto y es similar a él, el éxito de su seguimiento está asegurado.
Julio Puente