Asiento muy preocupado a la lectura de los últimos datos del INE sobre la despoblación en Aragón, referidos a los primeros meses de este 2017. Crecen un 9% los aragoneses fallecidos y descienden un 6% los nacimientos…, pero…, ¿quién tiene la culpa?… ¿tenemos solución?
Asiento decía, porque no puedo negarlo, son datos fríos y duros de la estadística. Y me miro hacia el interior buscando la respuesta. Creo que los aragoneses tenemos toda la culpa.
Unos por escapar de Aragón, otros por no saber retenerlos, algunos por no creer en nosotros mismos, los más por callar y mirar a otro lado, muchos por darnos cuenta tarde que el desierto es contagioso, casi todos por dudar entre galgos o podencos. Pero debemos ser sinceros, no me refiero al siglo XXI sino desde el XIX.
No sé si esto es ya irreversible, y digo que no lo sé…, porque me quiero agarrar a la esperanza de que la respuesta sea que no. Pero sí sé que seguimos inmersos en un mar de equivocadas propuestas de mercromina, cuando lo que se necesitaba Aragón desde hace años era una intervención quirúrgica a vida o muerte.
Sé que no somos los únicos habitantes del vacío, ni en España ni en el mundo. Y sé que siendo y viviendo en un desierto a medio poblar también se puede tener vida feliz y esperanza en el futuro. Ejemplos hay donde fijarse. Pero también sé que admitir el fracaso es muy duro, y que no son tiempos para eso. En algunas ciudades del EEUU despoblado te pagan por vivir allí, pero no en pequeñas localidades rurales sino en pequeñas y medianas ciudades. Sé que cambiar el paradigma de lo negativo, es cambiar totalmente nuestro modo de afrontar el problema para buscar otro tipo de soluciones.
Sé también que hay que revertir la tendencia a crear ciudades de más de un millón de habitantes por insostenibilidad, tan perjudiciales para la salud del ciudadano como del planeta, tan peligrosas para el futuro sostenible como cientos de kilómetros lineales sin pobladores. Así que pienso que en algún momento nos pondremos a trabajar con todas estas variables para intentar encontrar una solución de futuro y no de presente. La solución del presente es de veras muy sencilla, pero estoy muy preocupado por no ver brigadas de intelectuales sociales pensando en la solución válida del futuro.
Julio Puente