Cualquier persona ociosa que desde un rincón cualquiera de España siga (vaya usted a saber por qué) con más o menos interés lo que acontece por Teruel, concluirá que a tenor de las noticias que más nos ocupan, esta es una provincia eminentemente minera, y que la minería es no sólo el principal sector productivo, sino que además es el único horizonte posible. Hete aquí el craso error en el que incurren, tal vez por ese empecinamiento nuestro en hacer del lignito el único argumento de futuro posible para el desarrollo de la provincia.
Pero basta volver la vista atrás para constatar que aquel tiempo ya pasó, que desde los dorados años 70 y parte de los 80 hace ya cuatro décadas. Que aquella generación que encontró en la minería su empleo, hoy tiene hijos y nietos que ni de lejos han podido optar a esa posibilidad laboral; de aquellos dorados años nos (les más bien) quedan las prejubilaciones y el recuerdo. Hoy es todo mucho más complejo porque en una economía global se precisa reinventarse o morir. Y aquí parece que lejos de reinventarnos, apostamos por morir con las botas puestas. Igual es hora de cambiar y pensar que a una parte de la provincia les afectan más los vetos de Trump (por ejemplo al sector olivarero) o a Rusia (melocotón y porcino), por el impacto tan sensible que tiene sobre el territorio. No olvidemos que Teruel es muchísimo más que Cuencas Mineras, y que la agroalimentación y la ganadería son de largo los sectores que más empleo generan y más población sostienen.
Se habla de evitar un cierre abrupto de la Central Térmica y en eso algo hemos cambiado, porque nadie ve ese cierre como algo inevitable; tarde o temprano llegará. Lo de hacer del carbón una reserva estratégica también puede estar muy bien, pero eso será algo así como un parche. La provincia se nos muere en las zonas con y sin carbón, y mientras que otros se han reinventado (Bajo Cinca), aquí prosigue ese obstinado empeño no se sabe muy bien porqué en proseguir como el último reducto de algo que se sabe condenado de antemano. Y muy loable es el empeño de los responsables municipales por defender a sus pueblos y su futuro, pero no es menos cierto que hay cada vez menos adeptos a la causa. Si los jóvenes, si los nietos de aquellos últimos mineros de interior no van a encontrar en el carbón una oportunidad laboral, es difícil que lo defiendan como alternativa. Si los salarios no se aproximan a los que aquellos mineros percibieron y perciben en prejubilaciones, tampoco despertarán oleadas de apoyo al sector. Busquemos otra alternativa con mayor futuro,
Insisto en que a Teruel no le va a salvar el carbón; nos salvará el coraje y el aplomo de quienes con altura de miras, sean capaces de mirar más allá de la minería como horizonte; quienes destierren la idea del monocultivo del lignito. Nos salvarán aquellos que planteen alternativas viables para el uso de los fondos FITE o MINER. Quienes crean en la posibilidad de un desarrollo armónico y sostenible, potencien esta provincia como un destino turístico único; quienes hagan de nuestros sabores, de nuestros productos agroalimentarios una carta de presentación reconocible en cualquier rincón. Y sobre todo cuando la administración invierta todos los recursos que sean necesarios en dignificar la vida y la carrera profesional de la gente en los pueblos. Mientras tanto seguiremos dando golpes a la misma pared…
Publicado en Diario de Teruel 1.08.18